Ìîâíà ñïåöèô³êà ë³òåðàòóðíèõ òâîð³â äîáè Çîëîòîãî ³êó

Ïîíÿòòÿ àêñèîëî㳿 ÿê íàóêè ïðî ö³ííîñò³, äîñë³äæåííÿ êàòåãî𳿠ñóá’êòèâíî¿ îö³íêè. Àíàë³ç ëåêñèêè òâîð³â ³ñïàíñüêèõ àâòîð³â äîáè Çîëîòîãî ³êó. Ïðîáëåìè îñîáèñòîñò³ â ìîâ³, ïðàãìàòè÷íèé ðàêóðñ äîñë³äæåííÿ. Ïðèêëàäè âæèâàííÿ ëåêñèêè ñóá’ºêòèâíî¿ îö³íêè.

Ðóáðèêà Èíîñòðàííûå ÿçûêè è ÿçûêîçíàíèå
Âèä ìàãèñòåðñêàÿ ðàáîòà
ßçûê èñïàíñêèé
Äàòà äîáàâëåíèÿ 02.12.2009
Ðàçìåð ôàéëà 101,6 K

Îòïðàâèòü ñâîþ õîðîøóþ ðàáîòó â áàçó çíàíèé ïðîñòî. Èñïîëüçóéòå ôîðìó, ðàñïîëîæåííóþ íèæå

Ñòóäåíòû, àñïèðàíòû, ìîëîäûå ó÷åíûå, èñïîëüçóþùèå áàçó çíàíèé â ñâîåé ó÷åáå è ðàáîòå, áóäóò âàì î÷åíü áëàãîäàðíû.

La axiologia de A. Meinong es subjetivista: para él, una cosa tiene valor cuando nos agrada y en la medida en que nos agrada. Es necesario partir de la valoración como hecho psíquico; tal hecho es siempre un sentimiento, el cual lleva a su vez implícito un juicio de existencia. En toda valoración se produce un estado de placer o de dolor, basado en el juicio existencial. Aunque el valor es puramente subjetivo, mantiene, no obstante, una referencia al objeto a través del juicio existencial. Un objeto tiene valor en tanto posee la capacidad de suministrar una base efectiva a un sentimiento de valor. Posteriormente, hizo menos radical este subjetivismo: un objeto tiene valor en cuanto un sujeto tiene o debe tener algún interés por él. Meignon admite por su teoría del objeto ideal la objetividad de algo irreal, como el valor, que es independiente del sentimiento que un sujeto puede tener acerca de él. Incluso llega a afirmar la relación del valer con el ser. El valor de un objeto no puede depender de que se lo desee o apetezca: se desea lo que no se posee, pero se valora únicamente lo existente poseído. Aunque valoramos también lo inexistente, al valorarlo sólo afirmamos que si el objeto llegase a existir nos produciría un sentimiento de agrado. Por tanto, hay un valor actual que tiene presente al objeto que provoca el agrado y un valor potencial que tiene ausente ese mismo objeto. Así, pues, el valor de un objeto consiste en la capacidad para determinar el sentimiento del sujeto, exista o no exista aún tal objeto. Pero el fundamento último del valor es el sentimiento de agrado.

La postura de C. Ehrenfels es una respuesta a la de Meignon. El valor de una cosa reside exclusivamente en el deseo que despierta; por tanto, el valor se identifica con la apetibilidad. Entonces, la medida o patrón del valor es la intensidad del deseo. El valor es la relación entre el objeto y el sujeto; en virtud de tal relación conocemos que el sujeto desea efectivamente al objeto, o por lo menos que el sujeto puede desearlo en caso de que esté convencido de la noexistencia del objeto. Es decir, una cosa es valiosa no sólo cuando es capaz de producir un sentimiento de agrado, pues en ese caso serían valiosas sólo las cosas existentes. Valoramos también lo que no existe como la justicia y la bondad perfectas. Por tanto, el fundamento del valor no se encuentra en el sentimiento de placer o agrado como sostiene Meignon, sino en el apetito o deseo: las cosas son valiosas porque de no existir o de no poseerlas, las desearíamos. Cuando hay una representación fuerte y completa del ser del objeto, entonces la relación sujeto - objeto despierta en nosotros un estado sentimental más intenso que la representación de la noexistencia de ese mismo objeto. Valor es siempre la relación entre un objeto y la disposición de apetencia de un sujeto.

2.2. El subjetivismo axiológico

Se trata de la negación del carácter absoluto del valor, como independiente del sujeto. Esta postura se despliega sobre todo en Europa a partir de bajo el signo de relativismo histórico: la historia es la fuerza productiva que engendra los valores con los que se mide el significado de hombres y épocas. También G. Simmel se pronuncia en el sentido de Dilthey: el valor nunca es una entidad objetiva, pues su objetividad resulta de la correlación entre sujeto y objeto. Los valores absolutos son los que los hombres reconocen como tales en determinadas condiciones. No muy lejos de esta postura se halla el relativismo sociológico de A. Vierkandt.

También aparece esta postura como relativismo monistanaturalista en W.Ostwald. La realidad es la energía, entendida ésta como una verdadera causa y como constante ontológica que continuamente se modifica. Las realidades particulares son modos de energía, la cual es siempre constante. La energía es un valor. Esta teoría, conocida con el nombre de energetismo enseña el imperativo energético: no desperdiciar la energía libre que disminuye constantemente, sino aprovecharla. Sólo es valioso lo que contribuye a ese aprovechamiento. El máximo valor consistirá en el máximo aprovechamiento de energía.

También H. Aifinsterberg profesa el relativismo. La filosofía se basa en un acto voluntario fundamental que afirma la existencia del mundo. Este acto afirmativo es el fundamento de un sistema de valores. Los valores son el resultado de una acción libre de afirmación, pero que se establecen independientemente organizados en una jerarquía. El valor puede originarse o bien de la vida espontánea o bien de la vida consciente. En último análisis, todos los valores se resuelven en una unidad suprema: el mundo como producto de una voluntad de valores. Pero quizá las formas más radicales de subjetivismo se han dado en el ámbito anglosajón. Cuando ya parecía que el subjetivismo había sido completamente superado en el ámbito europeo, florecía en los círculos filosóficos anglosajones. Esto fue debido a que el idealismo de corte germánico de un Bradley o de un Royce jamás llegó a cuajar definitivamente. Era demasiado intensa la influencia de la tradición empirista y nominalista de Ockham, Bacon, Hume, Mill, para que el idealismo pudiera establecerse tranquilamente. Surge entonces el neopositivismo con una fuerte afirmación de pragmatismo. R. B. Perry, Wittgenstein, R. Camap, A. Ayer y B. Russell encabezarán este movimiento.

R. B. Perry rechazó acertadamente la tesis idealista, pero sostuvo la teoría extrema del subjetivismo axiológico: el fundamento del valor es el sujeto que valora. Hay una relación estrecha entre el valor y el interés, de modo que un objeto adquiere valor cuando se le presta interés. Los objetos, dice, no tienen previamente una determinada cualidad para ser valiosos; ni tampoco existen únicamente intereses especiales que confieran valor al objeto: cualquier interés otorga valor al objeto. Se puede establecer la siguiente ecuación: x es valioso=se ha tomado interés en x. El interés expresa una actitud compleja de todo ser vivo de estar a favor o en contra de ciertas cosas. Interés es el deseo, el agrado, la voluntad, el propósito, la aversión, etc. Por tanto, son marginadas en esta teoría las cualidades del objeto que despiertan en nosotros el agrado o el desagrado. El silencio del desierto carece de valor hasta el momento que algún viajero lo encuentra desolado y aterrador; lo mismo sucede con la catarata hasta que una sensibilidad humana la encuentra sublime.

Otra forma de subjetivismo axiológico, aunque no coincidente con el anterior, es la del empirismo lógico. El Tractatus LogicoPhilosophicus de Wingenstein puede tomarse como punto de partida (1921) del empirismó lógico.

Un primer núcleo de este movimiento quedó constituido en el Círculo de Viena, encabezado por Moritz Schlick. El Círculo de Viena se propuso unificar las ciencias, incluida la filosofía, partiendo del método lógico de análisis, el cual permitiría eliminar problemas metafísicos y afirmaciones carentes de significación; este método serviría para aclarar los conceptos y las proposiciones de las ciencias empíricas, cuyo contenido es lo observable de modo inmediato.

Las expresiones metafísicas, afirman, tienen un trasfondo sentimental, careciendo de rango científico. Los predicados bueno, bello, justo, etc., como valores, no tienen función simbólica como la tienen los predicados rojo, frío, idiota, etc., sino que sirven sólo como signos emotivos o expresiones de nuestra actitud hacia algo. Cuando decimos bueno no afirmamos nada del objeto, pero manifestamos nuestro estado sentimental. Y no es que nuestro deseo o agrado confiera valor al objeto como creía Meignon, sino que cometemos un error creyendo que hablamos de un objeto, cuando en realidad hablamos de un estado sentimental. Para R. Carnap (v.), p. ej., los juicios de valor son disfraces de imperativos o normas. Entre el juicio de valor «robar es malo» y el imperativo «no robes» sólo hay diferencia de formulación, mas no de contenido. Pero, por. otra parte, la norma o imperativo no afirma nada, sino que expresa un deseo; por tanto, es inútil agotar argumentos para probar su verdad o falsedad: tanto el juicio de valor como el imperativo o norma no son ni verdaderos ni falsos. La axiología, como ciencia, jamás podrá constituirse sobre tan efímera base, pues sus juicios no son verificables, careciendo así de significado.

Parecida postura mantiene Ayer. Ahora bien, un sentimiento puede ser expresado o afirmado; no es lo mismo afirmar que expresar un sentimiento. Así, la enunciación de un juicio ético no es afirmación, sino expresión de un sentimiento, lo cual, a su vez, ni es verdadera ni falsa. El subjetivismo desconoce esta distinción, ya que el juicio de valor no sería más que la afirmación de la existencia de un sentimiento. Pero en tal caso el juicio es verdadero o falso: o es cierto o no que el sujeto tiene el sentimiento que afirma. Decir que una cosa es buena o correcta no equivale a decir que merece la aprobación general, ya que se aprueban muchas acciones malas o incorrectas. El hombre que aprueba lo malo no se contradice. Entonces, si un juicio de valor no implica una proposición o afirmación jamás habrá proposiciones axiológicas contradictorias. Únicamente cabe la posibilidad de juicios de valor si previamente admitimos todos una tabla de valores. Con arreglo a esa tabla se podrá discutir ulteriormente si un hecho encaja o no en su ámbito. Pero quien no esté de acuerdo con nuestra tabla de valores jamás podrá ser convencido de la verdad o falsedad de su postura. Al no poderse determinar la falsedad o verdad de los juicios de valor ya que no afirman nada, debemos concluir que no significan nada. La Ética no tiene posibilidad alguna. Sólo la Psicología estudiará las reacciones y sentimientos que tales juicios expresan o provocan.

En esto coincide con Ayer B. Russell, ya que la cuestión de los valores está fuera del dominio del conocimiento, siendo además mera expresión de nuestros sentimientos. La idea de lo bueno y de lo malo está conectada siempre al deseo (bueno=deseado; malo=evitado). La Ética quiere dar significación universal a ciertos deseos personales. Ahora bien, decir «esto es bueno» no es lo mismo que decir «esto es cuadrado». Con el predicado «bueno» se enuncia sólo un deseo; mientras que con el predicado «cuadrado» se enuncia algo objetivo. Jamás podrá discutirse sobre la verdad o la falsedad del predicado «bueno». Russell (v.) afirma expresamente que su doctrina es una forma de la subjetividad de los valores. Para él no es posible encontrar argumentos para probar que algo tenga un valor intrínseco. No obstante, parece contradecirse en su postura, cuando afirma que nuestra vida tiene que guiarse por grandes deseos impersonales y .generosos. Pero esto es ya postular una escala objetiva de valores, de modo que el hombre tiene que obrar por razón de los más altos jerárquicamente.

2.3. El objetivismo axiológico

Al despertar el idealismo en el s. xix bajo la forma de kantismo surgieron principalmente dos escuelas fieles al espíritu de Kant: la escuela logicista de Marburgo y la escuela axiológica de Baden. Esta última, representada por W. Windelband y H. Ricicert, impulsó notablemente el estudio del valor.

W. Windelband depende también de Lotze. Partiendo del método trascendental kantiano, sostiene que la filosofía consiste en el análisis de las condiciones lógicas del conocimiento y de la volición. Es, por tanto, conceptualista, negando la existencia de la intuición intelectual: el entendimiento es sólo una facultad de síntesis, al construir el todo a base de sus partes. Con esto aboca al idealismo gnoseológico, haciendo consistir el conocimiento en una creación del objeto y no en una captación del mismo. A pesar de su idealismo, no es totalmente racionalista, y reconoce la presencia de un elemento irracional en la realidad: el fundamento del ser objetivo no son las leyes lógicas como en la Escuela de Marburgo, sino las leyes axiológicas. Ahora bien, más allá de la «conciencia en general» no hay nada. ¿Cómo son entonces verdaderos y objetivos los juicios basados en realidades inmanentes? En tales juicios se da la presencia de valores trascendentales, los cuales no hacen referencia al ser, sino al deberser. El juicio es verdadero cuando corresponde a un deberser trascendental. Los valores figuran como el fundamento del ser, y son independientes de la razón y de la conciencia: se imponen. Por eso, los valores no son relativos, puesto que su validez es absoluta. El valor aparece a la conciencia en la forma de un objeto eterno, al que no corresponde realidad alguna en nuestra conciencia. La filosofía es, así, «ciencia crítica de los valores universales». Estas leyes inmanentes, inmutables y eternas, no existen, sino que valen, y son de tres clases: valores de verdad (en el pensamiento), valores morales (en el querer y obrar) y valores estéticos (en el sentimiento).

H. Rickert sigue la línea trazada por Windelband: el valor no pertenece a la esfera del sujeto, sino a la del objeto. Ahora bien, este objeto no tiene realidad, como la tiene el objeto de una experiencia sensible, sino que constituye un «tercer reino». Es decir, entre el reino de la realidad y el de los valores no es posible una relación si no es a través de una esfera diferente de ambas. Ese «tercer reino» está constituido por relaciones, llamadas por Rickert «formaciones de sentido» (Sinngebilde). La cultura es el reino, de las formaciones de sentido.

Alejado del kantismo, el objetivismo axiológico ha tenido sus representantes más destacados en el círculo de la Fenomenología. Siguiendo el método fenomenológico de Husserl, Max Scheler dio el mejor impulso a la a. en su obra El formalismo en la ética y la ética material de los valores. Scheler está de acuerdo con Kant al rechazar la «ética de bienes», pero esto no tiene que llevar a una aceptación de la «ética del imperativo categórico». Hay que distinguir entre bienes y valores. Así como podemos hablar del eidos o esencia del, color rojo, sin tener en cuenta que exista o no fácticamente en una cosa roja, también hay valores como esencias, prescindiendo de que existan o no bienes portadores de tales valores. El hombre puede intuir la esencia de un valor, el cual es independiente de su realización fáctica en la forma de bienes (o «cosas valiosas»). La intuición de los valores es independiente de la empiría. La ética no puede suponer bienes o cosas (en esto da la razón a Kant), mas también tiene que basarse en un contenido determinado (con lo cual se hace material y se enfrenta a la ética de Kant). Además la jerarquía de los valores es a priori y en esto concuerda con Kant; pero las leyes esenciales que regulan las relaciones entre valores no son de índole formal o indeterminadas en su contenido. Por tanto, se precisa una ética material. Es decir, Kant confundió lo a priori con lo formal; para Scheler esto es imperdonable. Mas Kant cometió un segundo error: confundió lo a priori con lo racional. En verdad, los valores no son captados por la razón, sino por el sentimiento. La razón capta las esencias significativas lógicas. En el querer se establece una relación con el mundo concreto; pero el sentimiento nos abre a las esencias alógicas o valores sin ser una experiencia empírica. Para Scheler, todo acto que realiza un valor debe ser definido precisamente como manifestación de una persona. El verdadero soporte de los valores morales es la persona humana y sólo ella puede ser buena o mala. De ahí el personalismo de la a. scheleriana.

Nicolai Hartmann sigue una línea paralela a la de Scheler. Pero considera únicamente la persona individual, rechazando el concepto de persona colectiva o divina: hay que sacrificar la relación a la ética, ya que la dignidad de la persona humana consiste en transformar el deberser (axiológico) y deberobrar (ontológico). Los valores morales constituyen un reino axiológico independiente: la persona humana es mediadora entre el orden de los valores y el de la realidad. Los valores son como afirma también Scheler esencias irracionales, estando la norma y el deber fundados en el ser independiente de los valores. No hay una prioridad del deber respecto de los valores, sino que el valor precede al deber y lo condiciona. Los valores poseen el carácter de esencias originales, independientes de la representación y del deseo. Son objetos ideales, aprehensibles en una visión intuitiva a priori, independiente de toda experiencia. Hartmann se vincula así a la teoría platónica de las ideas: «En cuanto a su modo de ser, los valores son ideas platónicas. Forman parte de ese otro reino del ser, descubierto por Platón, aprehensibles por intuición espiritual, aunque no visibles con los ojos ni palpables con las manos»(Ethik, Berlín 1926, 108).

2.4. Determinación sistemática del valor

Definir el valor resumiendo o sintetizando de algún modo las ideas expuestas por los autores mencionados es tarea ardua. Ensayémosla en cortas proposiciones:

1)Peculiaridad del valor. Valer y ser no se identifican en el proceso de la percepción humana. Percibimos muchas cosas que son, pero no por ello juzgamos que valen, más aún, nos dejan indiferentes. El valor es aquello que saca al sujeto de su indiferencia frente al objeto; por eso, el valor se funda en la preferibilidad. El valor es noindiferencia. Cuando decimos que algo vale, no afirmamos directamente algo sobre su ser, pues sólo nos referimos a su noindiferencia. La noindiferencia es la esencia del valor. La cosa que vale no es más o menos que la cosa que no vale. Tener valor no significa directamente tener más o menos realidad, sino no ser indiferente. Es precisamente esta característica del valor lo que va a plantear el problema central de la a., y lo que va a permitir que se escinda según los presupuestos metafísicos de los diversos autores, dando lugar a una a. subjetivista, si lo reduce todo al sujeto; a una a. idealista, si no funda el valor en la idea; a una a. realista, que ponga de manifiesto que la a. no puede estar cerrada en sí misma, sino abierta a la ontología, ya que el valor se funda en el ser. En los puntos que siguen procederemos de una manera más bien descriptiva, y siguiendo sobre todo a Scheler y a Hartmann, aunque corrigiendo algunas de sus expresiones, y dejando para luego el planteamiento del tema ontológico.

2) El valor es captado sentimentalmente. No se percibe el valor (la bondad, la amistad, la generosidad, la belleza...) por la vía de un silogismo deductivo, sino de una manera inmediata en la que la capacidad de sentir de la persona se ve afectada. Hay un «orden del corazón» (Pascal) paralelo al «orden de la razón». No obstante el percibir sentimental de un valor está dado este mismo valor con distinción de su sentir y, por consiguiente, la desaparición del percibir sentimental no suprime el valor. Aunque no captados por deducción, no por eso los valores forman un orden caprichoso y caótico. El percibir sentimental no está unido exteriormente al objeto, ni aun de modo mediato a través de una representación o a través de un signo, como si el objeto fuera signo de algo más profundo. Captamos inmediatamente los valores por medio de las vivencias emocionales (preferir y postergar). N. Hartmann extrema en el distinguir la esfera lógica y la esfera emotiva; esta última es llamada por Ortega y Gasset estimativa.

3) EI valor es objetivo. Ya vimos cómo Scheler rechaza las doctrinas axiológicas subjetivistas. El fundamento del valor no es el agrado o desagrado que desencadena. El mismo hecho de que podamos discutir sobre los valores, supone que en la base de la discusión estamos profundamente convencidos de que son objetivos. Los valores se descubren, como se descubren también las verdades científicas. Hartmann es contundente a este respectó: los actos emotivos tropiezan con algo que nos insta irresistiblemente. No es que lo deseable tenga valor, sino que es deseable lo valioso. Y ya decía Scheler que la desaparición del percibir sentimental no suprime el ser del valor. Cuando se descubre un valor no es que antes no hubiera valor y ahora lo hay, sino que antes todavía no era intuido y ahora lo es.

4) Los valores son esencias o eidos. Quiere esto decir que los valores son independientes de las experiencias en que están inmersos. Esta esencia puede ser realizada por medio de la existencia, pero su modo específico de consistencia no se modifica por el modificarse de sus realizaciones existenciales (N. Hartmann).

Los valores son esencias «eternas e inmensas», por abarcar el espacio y el tiempo. No es que los valores sean errantes fantasmas, pues más bien son espacial y temporalmente omnipresentes: no valen aquí o allí, antes o después; simplemente valen. Además san esencias «absolutas e inmutables»: la traición de mi amigo no altera el valor de la amistad; los valores no cambian. Son absolutos: no están condicionados por ningún hecho de naturaleza histórica, social, biológica o individual. Lo que vale una vez, vale siempre y de un modo uniforme: no valdrá más para unos que para otros.

5) El valor no es una relación, sino una cualidad. Es preciso distinguir entre el valor en sí y el valor para nosotros. Si hubiera valor sólo para algunos, entonces estarían constitutivamente en relación con el tiempo y con el espacio, cosa que ya hemos excluido. Antes de Newton ya existía la ley de la gravitación. Del mismo modo, sólo hay una relatividad en el modo de conocer los valores, pero jamás en el mismo valor como tal. Percibir un valor no es crearlo, sino descubrirlo. Los valores poseen independencia objetiva e independencia subjetiva. La belleza es independiente del cuadro, de la estatua o de los colores: el cuadro o la estatua poseen el valor de lo bello, que los trasciende y los antecede. Los valores son extraños a la cantidad: no se puede decir que un cuadro es tantas veces bello, ni se puede contar o dividir la belleza en unidades. Los valores son también subjetivamente independientes; aunque nunca se hubiera juzgado que el asesinato era malo, hubiera continuado siendo malo.

6) El valor no tiene sustantividad propia. Los valores radican en los seres y el hombre no percibe el valor sino en los seres concretos, haciendo referencia al ser y expresándose como un predicado del ser. Aquí volvemos a encontrar en toda su pujanza la distinción entre una a. realista y una idealista: la primera reconocerá ese hecho con toda su fuerza; la segunda no acaba de asumirlo del todo y empleará expresiones como «los valores están adheridos a los seres», «depositados en ellos», etcétera.

7) Polaridad de los valores. El valor consiste en la noindiferencia, es decir, en su capacidad de sacarnos de la indiferencia. Esto supone un punto inicial de indiferencia y algo noindiferente que se aleja de ese punto. Hay dos modos de alejarse de ese punto de indiferencia: uno positivo y otro negativo. Por eso, el valor tiene polaridad: un polo positivo y un polo negativo. La provocación de la noindiferencia puede suceder por atracción o por aversión. Todo valor tiene su contravalor, a lo bueno se contrapone lo malo; a la belleza se contrapone la fealdad, etc.

8) Jerarquía de los valores. Hay una multitud de valores como modos de noindiferencia. El valor debe tener constitutivamente noindiferencia. También los valores en sus relaciones mutuas poseen esa noindiferencia. Esta noindiferencia respectiva es el fundamento de su jerarquía. Según Scheler, los valores mantienen una relación jerárquica a priori, pues la jerarquía cuyo fundamento es la correlación de los valores en orden a la noindiferencia reside en la esencia misma de los valores. Scheler da cinco criterios para determinar la jerarquía axiológica: l° Extensión: los valores más inferiores son esencialmente fugaces, mientras que los superiores son eternos; las grandes obras literarias persisten a través del tiempo. 2° Divisibilidad: un valor tiene mayor rango cuando menos divisible es; un trozo de pan vale el doble que la mitad de ese trozo; pero la mitad del cuadro Las Meninas no corresponde a la mitad de su valor total. 3° Fundamentación: cuando un valor fundamenta a otro es más alto que éste. Lo agradable se funda en lo vital; y todos los valores se fundamentan en los religiosos. 40 Profundidad de satisfacción: Satisfacción no es placer, sino vivencia del cumplimiento de una intención hacia un valor cuando aparece éste. Profundidad no es grado de satisfacción; la satisfacción es tanto más profunda cuanto menos ligada está al percibir sentimental de otro valor. 5° Relatividad: no se trata de un subjetivismo; el valor de lo agradable es relativo a un ser dotado de sentimiento sensible; los valores absolutos son aquellos que no dicen relación a la sensibilidad o á la vida.

9) Clasificación de los valores. Uno de los esfuerzos más gratos a la a. consistió en encontrar una escala de valores con que indicar su mutua correlación, según el modo que tienen de sacarnos de la indiferencia. El valor supremo es aquel que dista más que ningún otro del punto inicial de indiferencia. Ortega y Gasset, inspirándose en las investigaciones de Scheler y Hartmann, propone una escala de valores, según jerarquía y polaridad, que transcribimos: Útiles (carobarato; ordinarioextraordinario), Vitales (noblevulgar; sanoenfermo; fuertedébil; vidamuerte), Intelectuales (conocimientoerror; evidenteprobable), Morales (buenomalo; justoinjusto), Estéticos (bellofeo; sublimeridículo) y Religiosos (sagradoprofano; divinodemoníaco). A la vista de esta escala podemos apreciar que se nos impone renunciar a un valor de belleza o de salud antes que hollar un valor religioso. Finalmente, y por lo que respecta al carácter positivo o negativo del valor, añadiremos que el valor positivo es aquel que debe mover al sujeto por su atracción; el valor negativo debe mover al sujeto por su repulsión. Lotze y Brentano formulan la siguiente tesis al respecto: La existencia del valor positivo es un valor positivo; la existencia del valor negativo es un valor negativo; la noexistencia del valor negativo es un valor positivo; la noexistencia del valor positivo es un valor negativo.

2.5. Entrada de la Axiología en el ámbito de la Ontología

En Francia, L. Lavelle y R. Le Senne consideran la A. como una profundización de la Ontología misma. En España, J. Zaragüeta se ha pronunciado también en este mismo sentido. En Alemania, J. von Rintelen identifica el valor con el concepto afín al tomista de Bien, que, como se sabe, es uno de los trascendentales del ser. justamente la posible entrada de la A. en el ámbito de la Ontología tendrá lugar únicamente en el ámbito de la bondad trascendental, como unánimemente lo ha reconocido el neotomismo. Pero es preciso aclarar este punto. Acerca de la distinción que la A. hace entre el bien (v.) y el valor, convendrá tener presentes algunos puntos:

1) El bien es el ente concreto dotado de bondad. En este caso, el bien es lo valioso, o lo que es soporte de valor; el valor es la bondad misma tomada abstracta o formalmente (la valiosidad), en virtud de la cual el ente se hace bueno.

2) El bien se dice también del bien óntico, no realizado todavía por la tendencia en acto segundo. El valor, en cambio, coincide con el bien realizado por la tendencia espiritual. Hablando más exactamente, el bien realizado presenta un doble aspecto, que se corresponde analógicamente con el concepto objetivo y subjetivo del entendimiento. El aspecto objetivo es el bien realizado como aquello que es realizado (contenido de valor) y en cuanto que es realizado; el aspecto subjetivo es la misma realización del bien, como el modo en que la tendencia realiza el bien (valoración). Así tenemos el valor tomado objetivamente, por cuanto es realizado, y el valor tomado subjetivamente, en virtud del cual es realizado. Los valores tomados subjetivamente son los actos de amor, reverencia, fidelidad, pureza, etc., por los cuales se manifiestan y realizan los valores "tomados objetivamente, dándoles una respuesta adecuada. Esta segunda consideración del bien y del valor toca más directamente los puntos esenciales de la a. Casi ningún axiólogo mira al bien óntico, fijándose en el valor y atendiendo especialmente al valor tomado subjetivamente, como en el caso de Scheler. El valor no coincide de un modo tan inmediato y manifiesto con el ente como el bien óntico; por eso, es comprensible su esfuerzo por separarlo de la esfera del ser. Pero si estudiamos el problema más profundamente, pronto evitaremos esa separación. El valor a la vez subjetiva y objetivamente tomado se fundamenta en el bien óntico: el valor tomado objetivamente es el mismo bien óntico realizado en acto; el valor tomado subjetivamente da la respuesta correspondiente al bien óntico, ya que está determinado por éste: el valor subjetivo es el bien óntico transportado y elevado al modo del sujeto apetente. Por tanto, no sólo el bien óntico se convierte o identifica relativamente con el ente, sino también el bien realizado, como lo manifestativo con lo manifestado.

3) Decimos que el ente tiene bondad en cuanto se connota la perfección que el ente tiene en sí, o sea, la plenitud de ser tenida por él; pero decimos que un ente tiene valor cuando connotamos su conveniencia a otro ente en determinadas circunstancias. Desde esta perspectiva, el valor se fundamenta en el bien, pero sólo puede ser definido atendiendo a las circunstancias determinadas; p. ej., un tesoro cuantioso es de suyo un bien mayor que un barril de agua; mas para el hombre que jadea sediento en un desierto tiene más valor ese barril de agua que el tesoro. Esta distinción muestra la peculiaridad del tema del valor a la vez que pone de manifiesto la necesidad de vincularlo al bien. La A. tal y como se desarrolla sobre todo en Scheler y Hartmann supone tina superación del subjetivismo axiológico y del psicologismo (v.), pero si no se abre a una fundamentación metafísica del valor corre el riesgo de caer en el idealismo (v.) o de colocar lo axiológico en un reino de ideas platónicas.

Quien admita la a. en un sentido noontológico se encuentra en la misma situación del que quiere buscar casa en una ciudad donde impera una gran necesidad de viviendas. Si alguien le propone la adquisición de una casa muy valiosa, con lujosos salones y jardines, a un precio ridículo, nuestro hombre saltará de gozo. Pero caerá descorazonado tan pronto como le aclaremos que, aun siendo la casa de un valor incomparable, le falta un leve detalle: que no tiene ser. Lo mismo puede decirse de los valores alimenticios, estéticos o sociales.

Aquí no se trata de una cosa concreta, llámese comida o casa, sino del valor de esos bienes, de la bonitas de estos bona. Al valor de estos bienes pertenece necesariamente su seractual o su serposible como fundamento ontológico. El valor está vinculado indisolublemente al ser. Esto tiene su vigencia no sólo para valores de cosas, sino, y especialmente, para valores morales. El deber es siempre un deberser, del mismo modo que el serposible es ser por su relación al seractual.

3. Las características semánticas de evaluación

3.1. El factor subjetivo y objetivo de evaluación

La característica más importante de evaluación es presensia de factor subjetivo que actúa reciprocamente con el objetivo. Una expresión evaluativa, aun si no se ve claramente el sujeto, sobreentiede la relación evaluativa entre sujeto y objeto. Cualquier juicio presupone el sujeto del juicio es decir una persona (individuo, sociedad) que produce la evaluación y un fenómeno o una cosa a la cual se refiere la evaluación. Al fin y al cabo la medida del valor de todo lo existente es un hombre en conjunto de todas las manifestaciones de su vitalidad. Este hombre dependiendo de las circunstancias puede ser representado por un individuo concreto, por un grupo social o por la sociedad humana en general.

La presensia del sujeto de valoración presupone unas peculiaridades de razonamiento evaluativo y en primer lugar la posibilidad de discusión sobre la evaluación cuando se chocan las opiniones distintas:

A.: Creo que es una novela brillante;

B.: Según mi opinión es mediocre;

A.: Pasa por especialista muy bueno;

B.: Por desgracia no es así.

El aspecto evaluativo determina también los predicados axiológicos como uno de los elementos de la estructura evaluativa. Los predicados creer, opinar, pensar, parecer reflejan el caracter subjetivo de evaluación. Compárense: Todo el mundo lo tiene por honrado y Es honrado.

El componente subjetivo presupone la actitud positiva o negativa de sujeto hacia su objeto (a veces la representan en forma de relacion: "gustar/no gustar", "apreciar/no apreciar", "aprobar/no aprobar") mientras el componente objetivo (descriptivo) toma como punto de referencia las cualidades propias de objetos o fenomenos a base de las cuales se evaluan. En declaraciones los aspectos subjetivo y objetivo se dividen. De tal modo diciendo Me gusta la película, el sujeto no comunica nada sobre las cualidades de la película sino sólo sobre su actitud hacia ella. La capacidad de señalar la actitud subjetiva como tal la poseen en primer lugar los verbos; compárense: respetar, amar, apreciar, despreciar, odiar etc.: El respeta a los mayores; Le desprecio etc. Indicios de objeto a veces se introducen complementariamente en forma de argumentacion: Me gusta esta película, está realizada con mucho talento. Determinaciones evaluativas siempre presuponen peculiaridades de objeto: Es una película fantástica; es una carretera terrible; es una variante impropia; es una maniobra excelente. Hace falta poner de relieve que contraposición de sujeto/objeto en una estructura evaluativa no es lo mismo que la contraposición de subjetividad/objetividad en semántica de evaluación. Sujeto y objeto presuponen existencia de ambos factores: subjetivo y objetivo. De este modo, sujeto, evaluando objetos o hechos, por un lado, se apoya sobre su actitud hacia el objeto (me gusta/no me gusta) y, por otro lado, sobre ideas estereotipadas en cuanto al objeto y la escala de valores en la cual se colocan todos los indicios característicos para el objeto. Al mismo tiempo en un objeto evaluativo se combinan los indicios subjetivos (relación sujeto - objeto) y los objetivos (rasgos de objeto). De esta manera, cuando se trata de que el agua es caliente/fria se sobreentienden las propiedades del agua igual que las sensaciones del sujeto. Declaraciones Llegué a saber una noticia excelente, estupefaciente y Llegué a saber una noticia sensacional, muy interesante incluyen así sentidos evaluativos (subjetivos) como los descriptivos (objetivos) con la particularidad de que en el primer ejemplo se expresa ante todo la actitud del sujeto hacia el acontecimiento y en el segundo se explicitan las propiedades descriptivas del acontecimiento; no obstante en ambos casos se comunica algo sobre el sujeto y objeto.

La correlación de lo subjetivo y lo objetivo es el problema básico alrededor de que se desarrollan las discusiones sobre la esencia filosófica de valores y sobre la naturaleza de juicios evaluativos. Historia de aprendizaje de evaluación se caracteriza por una contínua lucha de dos corrientes, una de las cuales se apoya sobre la idea de que lo más importante en proceso de evaluación es sujeto mientras la segunda se inclina a lo que el componente principal de evaluación es naturaleza de objeto. En lo fundamental estas corrientes se desarrollan en la esfera de las teorías éticas aunque muchos de sus postulados son esenciales para el aprendizaje de evaluación desde el punto de vista de lêîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûingüística.

La primera corriente se expresa en concepciones de emotivismo donde los significados evaluativos se observan sólo como expresíon de emociones de sujeto o como actitud de sujeto hacia su objeto. Por ejemplo, la declaración: Obraste mal por haber robado el dinero se puede interpretarla como Robaste el dinero + entonación de susto y exclamación que no agregan nada al significado sino muestran que la exclamación fue acompañada por una reacción emotiva por parte del sujeto.

Algunos autores creen que casí cada declaración contiene el aspecto emotivo puesto que hasta una comunicación sobre un hecho cambia algo en el estado psíquico del oyente prescribiendole los estados emocionales correspondientes. En aspecto emotivo de la evaluación se puede diferenciar las emociones propias de sujeto (¡Qué tonto soy!, ¡Qué pena!) y las emociones que sujeto le quiere inculcar a su interlocutor (en declaraciones que se refieren al interlocutor, por ejemplo, en insultos y en declaraciones que se refieren a la tercera persona (¡Qué bobo es!).

Los autores que se inclinan a las ideas de emotivismo están en contra de que la misma denominación "bueno" sea un rasgo del objeto. Los partidarios de emotivismo creen que la evoluación no se puede interpretarla ni como verdadera ni como falsa ya que no puede ser verificada. Es imposible la discusión de evaluaciones como:

A: Es correcto.

B: No es correcto.

El científico Ayer cree que en discusiones de este tipo no se toca la evaluación sino los hechos. Es evidente también que según esta concepción lo emocional de la evaluación prevalece sobre lo racional.

La corriente contraria se apoya sobre la idea que los significados evaluativos deben ser interpretados como los pertenecientes a los objetos y, de este modo, no representan relaciones sino rasgos (naturalismo). Como creían los representantes de intuicionismo los rasgos evaluativos incluyendo los morales son la realidad objetiva y son características para las acciones y estados. En límites de estas concepciones se presupone que los rasgos evaluativos resulten una conclusión lógica de los rasgos descriptivos ya que la evaluación se basa en los indicios de objetos o fenómenos. Conformamente la evaluación emotiva se deduce de la racional, entonces la discusión de evaluación se hace posible. Las ideas del naturalismo se desarrollan junto a la idea que los rasgos evaluativos se correlacionan con funciones de objetos(funcionalismo); así, el cuchillo bueno es aquel que corta bien, Ramirez es padre bueno significa que les viste y les da a comer a sus hijos etc. De esta manera, el significado de la palabra "bueno" para las termas funcionales se deduce a base de los criterios lógicos y para los demás objetos los criterios deben ser lógico-empéricos. Estas ideas se hicieron una base del análisis lêîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûingüístico de la palabra "bueno" en trabajos de Katz y Vendler.

Las tentativas de superar la unilateralidad de ambas corrientes sirvieron de incentivo para las investigaciones subsiguientes de los problemas más importantes de evaluación.

Así, fue mostrado que es necesario tomar en consideración la diversidad de los rasgos evaluativos de objetos. El autor de "Los principios de ética" G.Moor comparando las palabras "amarillo" y "bueno" la primera la llamó "un rasgo natural" y la segunda "innatural". Él apuntó que es imposible describir el significado de la palabra "bueno" a base de rasgos de los objetos a los cuales se puede aplicar el signo "bueno", es así llamado "error naturalístico". Moor subraya que todos los juicios de lo bueno siempre son sintéticos y nunca analíticos. De este modo el problema de transición de los rasgos descriptivos a la evaluación resultó en el centro de atención de los investigadores.

3.2. Clasificación de tipos de evaluación

El desarrollo subsiguiente de dos corrientes y la aspiración de encontrar la salida de las contradicciones que surgen con el enfoque unilateral sirvieron de incentivo para las investigaciones de semántica de los adjetivos como el tipo básico de palabras de signo.

P.Nowel-Smit examinando el problema de las condiciones bajo las cuales se usa la palabra dada divide los adjetivos en 2 grupos: grupo A (aptness-words) y grupo D (descriptive words). Los primeros indican que el objeto tiene unos rasgos que son aptos para despertar emociones y los segundos entran en descripción. Además, se distingue el grupo G (gerundive words) que designa rasgos que traen consigo una acción: vestido rojo (D), vestido cómodo (A), vestido inconveniente (G). Esta división es convencional ya que los adjetivos de un grupo en contexto pueden funcionar como los de otros grupos. En particular, la división refleja la concepción de así llamado prescriptivismo que presupone que en primer plano se pone la función prescriptiva de la evaluación: Es bueno, opta por eso o Es malo, no hagas así.

J. fon Wright propuso una clasificación de tipos de evaluación basada en tipos de objetos y semántica de combinaciones con la palabra "bueno". Él distingue las siguientes "formas de bienes":

1) bien instrumental (cuchillo bueno, reloj bueno);

2) bien técnico (chófer bueno, profesor bueno);

3) bienes médicos que incluyen tales objetos como ojos, corazón, memoria;

4) bien utilitar que sobreentiende idoneidad, utilidad para algún fin: plan bueno, ocasión buena, oportunidad buena.

5) bien gedónico (olor bueno, tiempo bueno);

6) bienes de hombre (intención buena, acto bueno).

La interacción de sujeto de evalución con objeto sirve de base para la clasificación de significados de evaluación parcial hecha por Arutyunova. Ella subraya que "evaluación crea una taxonomía de objetos y acontecimientos especial distinta de la natural". La científica divide los significados de evaluación parcial en 3 grupos que incluyen 7 categorías.

El primer grupo lo forman las evaluaciones de sensor que se dividen en: 1) gedonísticas (es lo que gusta a uno: agradable, sabroso, atractivo, aromático) y 2) sicológicas entre las cuales se diferencian evaluaciones intelectuales (interesante, trivial, fascinante) y evaluaciones emocionales (alegre, deseado, agradable).

El segundo grupo son evaluaciones sublimadas o absolutas: 1) evaluaciones estéticas basadas en síntesis de las de sensor y sicológicas: bonito, excelente; 2) éticas que sobreentienden las normas: moral, bondadoso, vicioso.

Las últimas 3 categorías que constituyen el tercer grupo son evaluaciones racionalísticas vinculadas con actividad práctica de hombre. Incluyen las evaluaciones 1) utilitares (útil, nocivo); 2) normativas (correcto, normal, sano); 3) teleológicas (eficaz, acertado, defectuoso).

Como podemos ver, el análisis de evaluacíon en plano lêîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûingüístico se apoya también sobre comprensión de aspectos subjetivos y objetivos de palabras y declaraciones evaluativas.En las declaraciones evaluativas lo subjetivo y lo objetivo están ligados inseparablemente.

3.3. Los componentes evaluativos y descriptivos de significado. La evaluación general y parcial

En las estructuras evaluativas los rasgos subjetivo y objetivo expuestos más arriba actan recíprocamente. Al examinar las expresiones como la manzana roja, redonda, madura; el cuaderno grande, cuadrado, antiguo es evidente que tratan de los rasgos propios de objetos. Al contrario, las expresiones la manzana deliciosa; el cuaderno magnífico no comunican los rasgos propios de objetos sino los que les atribuye el sujeto. La primera serie de adjetivos se puede llamarla descriptiva y la segunda evaluativa. Los signos de la primera serie pueden incluir también el componente de evaluación: bondadoso, talentoso, asiduo, insolente, tonto. Este tipo de evaluación se llama la evaluación parcial. Las palabras de la segunda serie(bueno, excelente) se llaman las de evaluación general.

El problema de diferenciar dos series de signos en su correlación es discutible. Es obvio que los rasgos propios de objetos no carecen de aspecto subjetivo. Así, la manzana madura presupone la idea subjetiva de este rasgo; el cuaderno grande también presupone los estereotipos sociales conocidos al sujeto de evaluación. Los rasgos de color y forma son los más "objetivos" pero en estos también está presente el aspecto subjetivo. Por otro lado los signos evaluativos propiamente dichos se apoyan en rasgos de objetos y en este sentido tampoco pueden considerarse puramente subjetivos (por ejemplo, día perfecto quiere decir el de sol, que no es frío). Según la proporción de factores subjetivos y objetivos los rasgos se sitúan en una escala incesante. En un extremo de la escala están tales rasgos como triangular, alumínico y en segundo extremo los evaluativos propiamente dichos: excelente, magnífico.

Los componentes objetivo y subjetivo de significado evaluativo representan una unidad dialéctica con correlaciones muy complicadas en límites de cada serie de unidades de la lengua.

Las relaciones entre el sentido descriptivo y evaluativo (emotivo) se manifiestan evidentemente en sistema de los adjetivos para los cuales es esencial la semántica de signo. Entre los adjetivos se puede diferenciar las palabras descriptivas que no contienen ninguna evaluación (por ejemplo, portugués, cúprico, matinal, bípedo etc), a este tipo pertenece la mayoría de adjetivos relativos y los evaluativos propiamente dichos (bueno, excelente, magnífico, estupendo, malo, feo, terrible) que designan sólo la evaluación con signo "+" ("bueno") o "-" ("malo") con diferente grado de intencificación y afectividad. Así, perfecto es "bueno + intencificación", estupendo significa bueno+intencificación+afectividad" etc. Pero no todos los adjetivos tienen sentido puramente evaluativo o puramente descriptivo. La mayoría de los adjetivos y de las palabras evaluativas en general combinan los dos sentidos. Por ejemplo, fascinante, talentoso y mediocre, aburrido. Estas parejas de palabras se parecen por el signo evaluativo "+" para las dos primeras y el signo "-" para las últimas, pero se distinguen por el significado que se refiere a los rasgos de objeto de evaluación.

Los adjetivos que de algún modo combinan el sentido evaluativo con el descriptivo componen una serie donde estos dos sentidos se combinan en diferentes proporciones. El proceso característico para los adjetivos es adquisición de rasgos calificativos. Los sentidos evaluativos frecuentamente aparecen cuando el objeto de evaluación de algún modo estáligado con la esfera de una persona, puesto que casí cualquier rasgo de una persona puede presuponer evaluación: casa de piedra, corazón de piedra; lápiz rojo, nariz roja. Significado calificativo de tales adjetivos habitualmente sobreentiende metáfora. En las lenguas romanas según rasgos evaluativos y no evaluativos se diferencian los adjetivos relativos y constucciones con preposición de.

Los rasgos descriptivos se apagan completamente cuando en primer plano aparece el aspecto subjetivo de evaluación. Eso pasa cuando, por ejemplo, una palabra se usa como ofensiva: ¡Burro!, ¡Bandido!. Los adjetivos que contienen en su significado un grado alto de intencidad fácilmente se hacen puramente evaluativos.

En mayoría de los casos el significado evaluativo se vincula implicativamente con el descriptivo correspondiente. En la lengua natural los dos aspectos se combinan. La combinación se realiza así en la semántica de las palabras evaluativas como en declaraciones que contienen una evaluación, y precisamente en las declaraciones se descubre una serie de rasgos de semántica evaluativa.

Los dos componentes de significado (descriptivo y evaluativo) se puede distinguirlos describiendo la semántica de declaraciones y palabras concretas. Por ejemplo, atento en la declaración Él es lector atento signifíca "êîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûcuidadoso, escrupuloso", es componente descriptivo. Estas cualidades en "el cuadro del mundo" se evaluan como "buenos" y, entonces la declaración contiene también el componente evaluativo "es bueno".

La correlación de la evaluación y descripción se cambia según la posición sintáctica. La posición típica donde se diferencian los sentidos descriptivo y evaluativo es la predicativa. Para las palabras descriptivas que carecen de sentido calificativo no es característica la posición predicativa: la ética médica, pero esta ética es médica; el alumno ausente pero este alumno está ausente. Al mismo tiempo en la posición predicativa los sentidos evaluativos se inducen con ayuda de diferentes medios (intensificadores, artículos, entonación exclamativa): Es un hombre pero no Un hombre entró en la habitación. La posición predicativa donde se actualiza la evaluación se opone a las posiciones de identificación y clasificación. Compárense: Es burro (no es cabra) - es identificación y Eres burro es evaluación.

La diferencia entre los sentidos evalutivos y descriptivos se manifiesta evidentemente en las estructuras que reflejan el movimiento por la escala evaluativa. En primer lugar son construcciones con intensificadores: Esta casa es enteramente de piedra o llegó con la nariz muy roja. La posibilidad de combinarse con intensificadores señala del desplazamiento hacia el sentido evaluativo.

Otro contexto típico para los sentidos evaluativos son combinaciones con intencificación de veracidad del rasgo con adjetivos "verdadero", "auténtico", "genuino": "Es pintor" (clasificación), "Es pintor verdadero" (evaluación con intencificación); "Es bandido" (clasificación), "Es verdadero bandido"(evaluación con intencificación). El sentido evaluativo se actualiza en declaraciones expresivas con "qué": ¡Qué artista!, ¡qué inteligente!, ¡qué película magnífica!.

Wolf subraya que se puede hablar sobre las declaraciones evaluativas propiamente dichas sólo cuando la evaluación es el fin de la comunicación. No obstante cualquier texto puede incluir evaluaciones que forman partes de las estructuras descriptivas: Escuchaba con interés; Recibimos un mensaje importante.

Frecuentemente la evaluación se situa en rema. El sentido evaluativo lo pueden tener declaraciones puramente descriptivas si lo descrito se puede evaluarlo como bueno o malo: El camino era pedregoso, avanzabamos a duras penas.

El problema de correlación de lo descriptivo y lo evaluativo tiene un aspecto más, es el de primacía de rasgos evaluativos y descriptivos que en las teorías lógicas es disputible. Los rasgos descriptivos aparecen primarios si se trata de conclusiones evaluativas. Compárense la evaluación y su motivación: A mí me gusta este libro porque es interesante y divertido pero no Este libro es interesante y divertido porque me gusta.


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